16.12.13

Entrevista a Rafael Moneo: "No sugeriría a nadie que deje de estudiar arquitectura porque hay crisis"

Fuente: La Vanguardia
Fotografía: Francis Tsang


Os presentamos la entrevista que el pasado de 13 diciembre publicó La Vanguardia sobre el arquitecto español Rafael Moneo, hablando sobre la situación actual de la arquitectura, los arquitectos y sobretodo, de los estudiantes de arquitectura en el panorama de crisis que sufre la profesión.

Rafael Moneo Vallés (Tudela, 1937) es el arquitecto español con más fama y galardones internacionales. A los 76 años, sigue construyendo y enseñando. En Barcelona ha terminado su intervención en un hotel integrado en la muralla medieval y una torre de oficinas en l’Hospitalet. El año que viene acabará un museo para la colección de María José Huarte en la Universidad de Navarra. Antes de fin de año iniciará la construcción de un hotel en Málaga. En A Coruña se exhibe ahora la primera retrospectiva de sus trabajos... Cada primavera va y viene de Harvard, donde da clases desde hace unos 30 años. Y cada mes se reserva tres o cuatro días para acercarse a sus Bodegas y Viñedos La Mejorada, en tierras vallisoletanas, donde produce un vino muy rico. Desde su atalaya, Moneo reflexiona en esta entrevista sobre la profesión de arquitecto en el siglo XXI y sobre el futuro de los estudiantes que ahora inician la carrera de arquitectura, sabedores de que las perspectivas de trabajo son escasas. “No sugeriría a nadie que deje de estudiar arquitectura porque hay crisis”, afirma Moneo.

¿Cómo asume su condición de arquitecto español con mayor proyección global?

Los reconocimientos uno los recibe con gusto, pero también con la sensación de no estar trabajando para que lleguen. En ese aspecto, la recepción del premio Pritzker en 1996 supuso la liberación de la fantasía relativa a que un día me lo pudieran dar. Fue un alivio. Bueno, no un alivio, pero hizo que contemplase sin ansiedad un posible reconocimiento. 


¿A qué obliga un premio como este? 
Yo no diría que comporte responsabilidades. Uno tiene ya la responsabilidad contraída con uno mismo y con el deseo de hacer las cosas bien. Uno no sólo trabaja bien por lo que pueda representar para los demás, sino para darse a uno mismo la medida de lo que vale. Aunque luego no siempre se llega adonde querríamos llegar. Detrás de cada obra hay aspectos logrados y puntos de debilidad. 

¿Qué le diría a un joven atraído por los estudios de arquitectura que duda sobre si cursarlos o no, dada la coyuntura económica e inmobiliaria? 
Yo volvería a ser arquitecto si se me diese de nuevo a elegir. No me atrevería a sugerir a nadie que dejara de estudiar arquitectura porque hay crisis, por la coyuntura aciaga que atraviesa el sector de la construcción. Los aspectos valiosos de la profesión siguen vivos. Aunque no sé si eso es totalmente verdad con la nueva estructura profesional. 

¿Sugiere que un joven estudiante ya no tendrá las posibilidades que tuvo usted? 
¡Es que hasta ahora la arquitectura nos ha permitido estar tan atentos a tantas cosas! Empezando por lo que la propia educación como arquitecto supone: un modo de estar en el mundo atraído por esa pregunta constante sobre a qué deben su forma las cosas. Pero no. No me atrevería a decirle a un estudiante que duda que no fuese arquitecto, porque aun en estas malas circunstancias hay lugar para una arquitectura posible, quizás menos exuberante, conspicua o espectacular que la que hemos visto en los últimos años. 

Buena noticia: hay vida más allá de los edificios espectaculares a los que nos han acostumbrado. 
Claro que sí. Hay otra manera de hacer las cosas, lejos de lo espectacular, y nadie va a decir que un joven arquitecto no pueda volcar en otro tipo de obras su talento o sensibilidad. 

¿Y si, una vez terminados los estudios, no halla trabajo? 
Aun suponiendo que no pudiese construir nunca, debería seguir adelante si de veras siente interés por la arquitectura. Incluso alguien que no esté implicado de hoz y coz en la construcción puede vivir el mundo de la arquitectura en el apartado de su estudio. 

Por otra parte, siempre se puede emigrar. Usted lo hizo cuando era poco habitual. 
Lo hice, y esa es la causa por la que mi carácter es ahora distinto del de entonces. Cuando yo era joven, algunos españoles teníamos, quizás por complejo de inferioridad, deseo de contactar con el exterior. Siempre me gustó salir al extranjero, para participar en los pequeños congresos o para trabajar. Y en los años setenta corrí el riesgo de ir a América, casi sin oficio ni beneficio, con algún contacto en las escuelas, dejando aquí una profesión que tenía un sesgo distinto. 

Hoy se sale más por necesidad que por curiosidad. 
Así es. La situación es muy otra. La globalización no se vive siempre como una recompensa sino como, en efecto, una necesidad. 

En muchas escuelas hay ya más chicas que chicos. ¿Según su experiencia académica y profesional, qué aportan las mujeres a la arquitectura? 
En general, creo que aportan seriedad, una cierta precisión, un mayor respeto al pensamiento que tienen acerca de sí mismas. Las mujeres suelen mostrar un respeto a los programas que a veces una arquitectura más varonil no tiene. Las mujeres siempre están un poco más atentas al componente pragmático, ese que algunos colegas que ven la arquitectura sólo desde la dimensión heroica están dispuestos a olvidar. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario