El pabellón de España para la exposición universal de Bruselas de 1958 es no solamente la obra más significativa de la producción arquitectónica de José Antonio Corrales (1921-2010) y Ramón Vázquez Molezún (1922-1993), sino que constituye una de las obras más relevantes y ejemplares de la arquitectura expositiva del siglo XX.
Situado en una parcela de una colina con forma irregular e importante desnivel, de hasta 7 metros e ciertos puntos, el proyecto de los arquitectos españoles destaca por la generación de una arquitectura modular realizada mediante un sistema constructivo de elementos prefabricados que, gracias a su disposición en planta y su desarrollo, permite establecer una relación óptima con la vegetación existente y el entorno.
A lo largo de las dos plantas en las que se jerarquiza el programa se producen una serie de variabilidades en altura entre 5 y 6 metros, que relacionan la atmosfera del espacio interior con el motivo modular raíz del sistema constructivo.
Priorizando la rapidez de ejecución y la sencillez de desmontar, el pabellón se construye a través de paños verticales de vidrio o ladrillo cerámico cuyos bastidores se posicionan respecto al paraguas hexagonal de 6 metros de diámetro y de alto que, gracias a su yuxtaposición, genera la totalidad de la planta.
Priorizando la flexibilidad del interior y reduciendo la aparición de elementos estructurales en planta, una columna de 130mm de diámetro por cada hexágono, la diferencia de altura entre unos y otros propicia la aparición de lucernarios que otorgan una atmosfera de bosque interior y riqueza en cuanto a iluminación y experiencia arquitectónica.
Tanto el mobiliario como el motivo del suelo siguen la lógica del elemento modular del conjunto.
Año: 1956-1958
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