El origen de la obra de Carlos Bunga (Porto, 1976) es la pintura, no en su acepción técnica o material, sino desde su naturaleza conceptual. Las dos dimensiones y la condición plana del cuadro tradicional impulsaron en su día al artista a buscar alternativas fuera de las convenciones bidimensionales. Bunga prolongó la superficie de la pintura fuera del marco y de la pared para buscar en el espacio tridimensional la solución a un límite, a un fin de camino. El artista utiliza materiales industriales para «poner piel» a sus construcciones: una primera capa de cola va a dar consistencia al cartón, que reacciona a la humedad y, a su vez, reacciona al contacto con la pintura. El resultado es producto de los movimientos de expansión y contracción del cartón y los elementos químicos, entre la calidad del producto anónimo y la proyección individuada del sello del autor.
En su intervención en la Capella MACBA, Carlos Bunga parte de dos elementos: la función original del edificio (el culto religioso católico) y los avatares de su entorno, el barrio del Raval y, por extensión, la ciudad de Barcelona. En su primera obra en nuestra ciudad, el artista confirma su interés por lo urbano, por aquello que liga lo construido con lo vivido. Su inspiración fundamental es el espacio público y aquellos accidentes que lo pueblan. En primer lugar, la Capella fue un teatro para los ejercicios de la fe, sus rituales, sus jerarquías, sus símbolos y relatos. Construida en el siglo XV y desacralizada durante la desamortización de Mendizábal (1835-1840), ha conservado hasta hoy un esqueleto espacial que acoge actos laicos y cívicos. +info
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