5.8.15

Una torre para volar, Miguel Cayuelas

Fuente: Miguel Cayuelas, arquia



Compartimos hoy con vosotros el proyecto vencedor de la edición de 2015 de las Becas de la Fundación arquia en la modalidad de concurso de la mano de su autor, Miguel Cayuelas.

Jenga es un término swahili que significa construir.

Este juego no es más que una metáfora para explicar un proyecto, una arquitectura. La torre propuesta es una de las jugadas posibles, aunque bien podría haber sido otra.


Juego y aprendizaje son dos conceptos que muchas veces van de la mano. Cuando jugamos nos situamos en el suelo pero nuestra mirada está por encima, en ocasiones nos acercamos a calibrar el detalle mientras que en otras nos distanciamos para tener mayor perspectiva, en un intento por controlar lo que ocurre. A partir de la prueba y el error es como realmente aprendemos a proyectar, siguiendo un proceso de continuas idas y venidas. 


Proyectar como lo haría un niño, libre de procedimientos, libre de disciplinas, en favor de una arquitectura despojada, que no quiere ser compuesta. 

Volar es el gran sueño de todos los niños, es aquello que pensábamos constantemente y que nos situaba mirando las cosas desde el aire como si todo estuviese a nuestro alcance. 

Aún recuerdo como siendo niño fui a visitar Doñana. En mi cabeza se tejían unos hilos invisibles que me trasladan a África, a esos territorios inhabitables que había visto tantas veces en televisión. Recuerdo que aquellos paisajes estaban vivos, que aquellas dunas se desplazaban con el paso del tiempo y que iban engullendo pinos, caminos, arbustos y todo a su paso. Eran dunas móviles. 

Como estudiante de Arquitectura, realmente no he hecho otra cosa que prolongar en el tiempo ese imaginario sobre construcciones que realizaba siendo niño. 

El proyecto que se propone busca plasmar varias intenciones que bien podrían haber dado como resultado un proyecto de arquitectura: 

-Proyectar una torre de luz y de aire para un guarda de Doñana. 
-Volver a ser un niño y proyectar desinhibido, a partir de la prueba y el error. Así es como realmente se aprende. Volver a divertirse pensando arquitectura. 
Decía Alejandro de la Sota: La arquitectura da risa, la vida no. 

Al fin y al cabo es 'sólo' arquitectura

SOBRE EL LUGAR, LA MEMORIA Y EL TIEMPO

El lugar elegido no es casual. Es un recuerdo unido a una experiencia. Un paisaje que se transforma rápidamente casi de un día para otro. Las dunas constituyen un paisaje vivo, un territorio en transformación que se desplaza, que está a merced del viento y el mar. 

Frecuentemente atendemos a un contexto sobre el que leemos trayectorias, huellas, trazas y otros elementos que nos ayudan a fijar pautas en un proyecto, pero ¿cómo hacer un proyecto en un lugar que siempre es el mismo y a la vez siempre es diferente? 

El proyecto aquí mostrado trata de responder a ésta y a otras inquietudes. 

SOBRE EL PROYECTO DE ARQUITECTURA

Pensar la arquitectura supone un ejercicio de depuración. El eterno estudiante de Arquitectura que somos nos ayuda a constituir una amalgama de referencias, textos, recuerdos y experiencias de las cuales nos servimos para enfrentarnos a la díficil tarea que es realizar un proyecto de arquitectura. 

Con frecuencia nos encontramos frente a nosotros mismos en una duda y corrección constante, casi en un vuelo libre que no arbitrario. Esto nos concede la oportunidad de hacer un viaje de continuas idas y venidas. 

Se propone una torre construida a partir de un único elemento prefabricado de hormigón, que tomará un color similar al de las dunas por incorporar arena de éstas. Las carpinterías y los brise soleil serán de madera de pino, el árbol de Doñana. 

La altura de la torre es una variable más como el tiempo, el viento y la lluvia. Dependerá del movimiento de las dunas que la irán engullendo o dejándola emerger como un hito en el paisaje. 



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